Este artículo fue escrito tomando como referencia un artículo del New York Times publicado el 28 de enero de 2019 (https://nyti.ms/2CV37me), con permiso para citar partes del mismo.

1. ¿Eres dueño de tu mente?

Hay una frase que dice que uno debe ser dueño de su propia mente. Se refiere a mantener la calma y no dejarse llevar por las cosas malas que pasan. Ya sea que te maten una y otra vez en un videojuego, que un chaparrón te arruine un día de paseo, o que te manches la camisa blanca que tanto te costó elegir. La idea es respirar hondo y no perder los estribos.

Pero esta frase parte de una premisa: que nuestra mente hace lo que nosotros le ordenamos. Y la cosa no es tan simple. Con los avances en psicología y neurociencia, hoy sabemos que la mente no es solo un producto de la fuerza de voluntad, sino el resultado de interacciones químicas súper complejas en el cerebro. La depresión, por ejemplo, no se cura simplemente decidiendo “¡venga, a ser feliz!”.

Hoy quiero añadir una razón más por la que nuestra mente no siempre nos hace caso: la comida que nos metemos en el cuerpo todos los días.

Comer algo rico nos pone de buen humor. ¡Incluso solo verlo! Una verdad tan simple como feliz, ¿no?

2. ¿Qué son las bacterias intestinales?

No se trata solo de que comer algo delicioso nos haga sentir bien. Obviamente, si eliges mal el menú del almuerzo, te puedes sentir miserable hasta que lo compensas con una buena cena. Pero hay una razón más profunda por la que la comida afecta nuestro estado de ánimo: las bacterias intestinales que alimentamos con lo que comemos.

Las bacterias intestinales son, literalmente, los bichitos que viven en nuestros intestinos. Aunque el nombre no te suene, seguro que has oído hablar de la Escherichia coli. Se llama así porque vive en el colon. En nuestros intestinos tenemos unas 1000 especies diferentes y aproximadamente 10 billones de estas bacterias [1]. Los famosos probióticos se venden precisamente con la promesa de cuidar de esta comunidad.

Que estos microorganismos afectan nuestra salud intestinal ya no es noticia. De hecho, se les culpa de muchas enfermedades gastrointestinales, y el trasplante de microbiota fecal (FMT) se está estudiando como una posible solución para varios trastornos intestinales, aunque su eficacia todavía está en debate.

Microbios intestinales que pueden causar enfermedades gastrointestinales.

Por ejemplo, el Clostridium difficile puede causar una colitis muy grave cuando los antibióticos arrasan con el equilibrio de nuestra flora intestinal. Y uno de los posibles tratamientos es, precisamente, un trasplante fecal [2]. También se ha visto que el FMT podría ayudar con enfermedades inflamatorias intestinales, la obesidad y otros trastornos metabólicos [3][4].

3. Una línea directa entre el intestino y el cerebro

John Cryan, un microbiólogo de la Universidad de Cork en Irlanda, planteó en una conferencia sobre Alzheimer que los microbios que viven en nuestro cuerpo podrían influir en nuestros pensamientos, nuestro comportamiento e incluso en el avance de la enfermedad. Al principio, la gente no le tomó muy en serio. Una cosa es que los microbios afecten al intestino, pero ¿al cerebro? Nuestro cerebro está protegido por la barrera hematoencefálica, una especie de muralla que solo deja pasar ciertas moléculas. La idea de que unos bichitos en la tripa pudieran afectar al cerebro sonaba a ciencia ficción.

Pero poco a poco, empezaron a aparecer estudios que apoyaban esta conexión. El Dr. Sangram Sisodia de la Universidad de Chicago encontró pruebas que respaldaban la hipótesis de Cryan. El Alzheimer se produce por la acumulación de unas placas llamadas beta-amiloides en el cerebro. En 2016, el Dr. Sisodia demostró que si se reducían los microbios intestinales en ratones propensos al Alzheimer usando antibióticos, se formaban menos placas. Esto sugería que las bacterias intestinales sí tenían algo que ver.

Desde entonces, no han parado de salir estudios que relacionan los microbios intestinales con la actividad cerebral. Se ha visto que los ratones sin bacterias intestinales son más antisociales [6], y que los niños con autismo tienen patrones de bacterias diferentes a los de los niños sin autismo [7].

Pero todos estos estudios no eran suficientes para probar una relación de causa y efecto. No estaba claro si la enfermedad cambiaba las bacterias o si las bacterias causaban la enfermedad.

Para aclararlo, los científicos recurrieron a los trasplantes fecales. Por ejemplo, trasplantaron heces de ratones obesos a ratones sanos, y estos últimos empezaron a engordar [8]. En otro estudio, trasplantaron heces de personas con depresión a ratones, y los ratones empezaron a mostrar síntomas de depresión. Y más recientemente, se ha reportado que un trasplante fecal puede mejorar la depresión en humanos [9].

¿Será que cuidar nuestras bacterias intestinales con una buena dieta también cuida nuestro cerebro?

4. Todavía queda mucho por descubrir

Estos estudios nos hacen soñar con un futuro en el que podamos tratar muchas enfermedades simplemente cuidando de nuestras bacterias intestinales. Pero para llegar a eso, hay que superar un gran obstáculo: es muy difícil saber qué microbio específico es el responsable de cada efecto. Los estudios con trasplantes fecales mueven cientos de especies de bacterias a la vez, por lo que es casi imposible saber cuál de ellas es la que causa un cambio concreto.

Además, hay que encontrar la forma de usar estos microbios de forma segura. El 13 de julio, la FDA de EE.UU. reportó un caso en el que un paciente murió por una infección de una “superbacteria” multirresistente transmitida a través de un trasplante fecal [10]. La FDA ha propuesto controles más estrictos para los donantes, pero es crucial aprender a manejar estos microbios de forma segura.

Sin embargo, ya hay avances. El equipo del Dr. Costa-Mattioli en la Universidad de Baylor ha identificado un microbio específico que parece mejorar el comportamiento social en ratones con síntomas de autismo. Al darles Lactobacillus reuteri, una bacteria común en los probióticos, los ratones se volvían más sociables.

Resulta que L. reuteri estimula el nervio vago, que a su vez activa la liberación de oxitocina, la famosa “hormona del amor” que fomenta la interacción social [11]. Cada vez hay más pruebas de esta conexión entre intestino y cerebro. Se ha sugerido que ciertos microbios pueden agravar los síntomas del Parkinson [12], y otros, como Ruminococcus gnavus, se han relacionado con el síndrome del intestino irritable [13].

¿Nos volveremos más sociables si nos dan un trasplante de L. reuteri?

5. Conclusión

Cuando hablamos de hacer ejercicio, siempre se dice que la dieta es la mitad del trabajo. Esto significa que lo que comemos se convierte en parte de nosotros. Pero ahora, a esta idea hay que añadirle una nueva capa: comemos para tener un cuerpo sano, pero también para tener un cerebro y unos microbios intestinales sanos. La comida afecta a nuestros microbios, y nuestros microbios afectan a nuestra mente.

Quizás la famosa frase “mente sana en cuerpo sano” se quede corta. En el futuro, podríamos decir “mente sana en intestino sano”. Por supuesto, los microbios no son la única causa de los trastornos neurológicos, y los probióticos no son una cura milagrosa. Pero quizás llegue el día en que entendamos tan bien esta conexión que podamos mejorar nuestra salud mental simplemente ajustando nuestra dieta. Con la esperanza de que ese día llegue pronto, termino este artículo.


Referencias:

[1] https://www.gutmicrobiotaforhealth.com/en/about-gut-microbiota-info/
[2] Hamilton MJ, Weingarden AR, Sadowsky MJ, Khoruts A.Standardized frozen preparation for transplantation of fecal microbiota for recurrent Clostridium difficile infection. Am J Gastroenterol 2012; 107:761-7; PMID:22290405;
[3] Gupta, Shaan et al. “Fecal microbiota transplantation: in perspective”Therapeutic advances in gastroenterology vol. 9,2 (2016): 229-39.
[4] Weingarden, Alexa R and Byron P Vaughn. “Intestinal microbiota, fecal microbiota transplantation, and inflammatory bowel disease” Gut microbes vol. 8,3 (2017): 238-252.
[5]https://www.nytimes.com/2019/01/28/health/microbiome-brain-behavior-dementia.html
[6] Stilling, R., Moloney, G., Ryan, F., Hoban, A., Bastiaanssen, T., Shanahan, F., Clarke, G., Claesson, M., Dinan, T. and Cryan, J. (2018). Social interaction-induced activation of RNA splicing in the amygdala of microbiome-deficient mice. eLife, 7.
[7] Vuong, Helen E and Elaine Y Hsiao. “Emerging Roles for the Gut Microbiome in Autism Spectrum Disorder” Biological psychiatry vol. 81,5 (2016): 411-423.
[8] Vijay-Kumar, Matam et al. “Metabolic syndrome and altered gut microbiota in mice lacking Toll-like receptor 5” Science (New York, N.Y.) vol. 328,5975 (2010): 228-31.
[9] Kurokawa, Shunya, et al. “The Effect of Fecal Microbiota Transplantation on Psychiatric Symptoms among Patients with Irritable Bowel Syndrome, Functional Diarrhea and Functional Constipation: An Open-Label Observational Study.” Journal of Affective Disorders, vol. 235, 2018, pp. 506–512., doi:10.1016/j.jad.2018.04.038.
[10] https://www.fda.gov/vaccines-blood-biologics/safety-availability-biologics/important-safety-alert-regarding-use-fecal-microbiota-transplantation-and-risk-serious-adverse
[11] Sgritta, Martina, et al. “Mechanisms Underlying Microbial-Mediated Changes in Social Behavior in Mouse Models of Autism Spectrum Disorder.” Neuron, vol. 101, no. 2, 2019, doi:10.1016/j.neuron.2018.11.018.
[12] Sampson, Timothy R., et al. “Gut Microbiota Regulate Motor Deficits and Neuroinflammation in a Model of Parkinson’s Disease.” Cell, vol. 167, no. 6, 2016, doi:10.1016/j.cell.2016.11.018.
[13] https://hms.harvard.edu/news/microbiome-malefactor?utm_source=twitter&utm_medium=social&utm_campaign=hms-twitter-general